LOS MAS PEQUEÑOS DE LA ALDEA: Pobrecito, comiendo mandarina a las 10 de la mañana!

 


Por Dra. Florencia Núñez . Pediatra SAP

En una carnicería, una mamá hace el pedido mientras su hijo come feliz una fruta. Entra una clienta y al verlo excla­ma: Pobrecito, comiendo mandarina a las 10 de la mañana!

No me sorprende la actitud de la recién llegada, sí la decisión de esa mamá. Y hablo de sorpresa porque lo más fre­cuente es que a esa hora los niños en­tren al consultorio con su gaseosa o juguito recién comprado.

El peso es una preocupación frecuente en los padres. Es habitual escucharlos decir “no me come” con cara de afligi­dos o “come todo el día” con una son­risa de oreja a oreja. No falta además el que argumenta “pero de eso en casa no comemos nada” frente a la mirada atónita del niño o la niña que piensa no mientas; y a veces incluso, lo confiesa delante mío con culpa.

La alimentación de nuestros hijos es importante tanto o más que cumplir con el tratamiento por una neumonía o cualquier otra enfermedad que lo re­quiera. Si conseguimos que adquieran hábitos saludables, sabemos que éstos los van a acompañar de por vida y van a poder crecer y ser adultos sanos.

Por eso, es importante que seamos responsables de los alimentos que re­ciben. Como padres debemos decidir qué, cómo y cuando los más pequeños tienen que comer. Alimentarse no es una gracia, no dejemos que otros lo hagan para ver qué cara pone frente a tal sabor o textura. Respetemos a las familias y no hagamos lo mismo con hijos ajenos.

Para el menor de un año, el mejor ali­mento es la leche materna y tenemos que acompañar a las mamás que están lactando para que lo hagan exclusiva­mente hasta los 6 meses. Si vas a opinar, no le digas que su bebé llora por ham­bre, acompañala en tratar de entender qué le pasa y en todo caso sugerile que consulte al pediatra. La única forma de saber si se llena, es con la balanza.

Elijamos como bebida siempre el agua; los jugos y gaseosas tienen azúcar, conservantes y no aportan nutrien­tes significativos. Los fines de semana aprovechá para hacer jugos naturales no sólo de frutas, también se pueden hacer de verduras y no es necesario agregarle azúcar.

Que un niño coma todo el día no es un signo de salud, más bien lo es de des­organización. Es importante que todos hagamos las 4 comidas. Eso incluye al desayuno que “cae mal” si lo tomás apurado. Si en el medio tiene hambre ofrecele frutas.

Sentarse a la mesa es un hecho social, implica compartir y no sólo el alimen­to. Es el momento de cruzar miradas, palabras y alguna que otra sonrisa. Apagá la tele y dejá el celular de lado. Pensá que tal vez sea el único instante del día en que el que podés detenerte a observar cómo han crecido tus hijos.

 

Uno de cada 10 niños y niñas del país, entre 6 y 60 meses de edad, presenta obesidad. (So­brepeso en pediatría. ¿Inicio del problema?- PRONAP 2017- SAP)

 


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